viernes, 20 de marzo de 2009

Ajedrez, pasión por siempre

Cuando me propuse escribir mi primera colaboración para esta página, nuestra página, mucho cavilé acerca del futuro contenido: algún aspecto teórico, alguna partida especialmente atractiva, alguna pincelada sobre algún jugador de los tantos que admiro. Pero finalmente me di cuenta sobre qué quería escribir: la pasión por este deporte.

Aprendí a mover las piezas cuando tenía unos cinco o seis años, y quedé fascinado de inmediato. Mi viejo y mi hermano, seis años mayor, me iniciaron en el mundo del ajedrez, y ellos, un tío y un primo, fueron mis primeros y casi únicos adversarios hasta que comencé la escuela secundaria. Ya adolescente empecé a leer algo de teoría y la pasión creció exponencialmente, en compañía de otros compañeros y un puñado de amigos. Intercolegiales memorables e inolvidables, en el muy agradable Círculo de Ajedrez de Villa Ballester y en la imponente, aunque eternamente en construcción, Biblioteca Nacional, fueron los hitos fundamentales en mi historia con el ajedrez.

Los estudios universitarios, el trabajo, el noviazgo, el casamiento, los hijos, hicieron que mis momentos frente a un tablero fueran realmente escasos durante muchos años.
Pero la pasión siempre estuvo, y con los hijos más grandes, la vida laboral encaminada en un trabajo independiente, y el aplomo que nos dan los años, a los 43 años me reencontré, no sólo con el juego, sino con uno de aquellos compañeros del secundario amantes del "juego ciencia": mediante esa maravillosa herramienta tecnológica que es internet, encontré un grupo de gente que jugaba ajedrez ¡en Bella Vista!, donde vivo desde siempre. Y resultó que su mentor, Marcelo Cabrera, era el pibe que jugaba "en serio" cuando éramos adolescentes.

Y aquí estoy, dos años después de la alegría enorme que significó aquel encuentro, y habiendo convocado a mi amigo Daniel Nievas para unirse al grupo (integrante de aquellos equipos representativos de Juana Manso, nuestra escuela), muy feliz de poder jugar ajedrez asiduamente, de haber jugado torneos, de haber logrado un gran rendimiento en un torneo de ajedrez "postal" (hoy, internet), y de haber pasado momentos muy agradables con gente apasionada como yo por este hermoso deporte.

Mi intensión al escribir esto, no es aburrirlos con un historia muy poco interesante sobre mi relación con los trebejos, sino transmitir que en cualquier momento podemos volver al ajedrez: puede que haga mucho que no movamos una pieza, puede que estemos "oxidados", como suelo decir, pero con ganas, se puede jugar en un nivel razonable para aficionados como yo. Y divertirse a lo grande.

Por eso quiero por este medio convocar a todos los amantes del ajedrez a acercarse a Ajedrez Bella Vista; se van a encontrar con un grupo de gente apasionada que trata de progresar día a día, que ama jugar, que ama aprender, y que se ha planteado difundir nuestro deporte desde la niñez hasta la vejez.

No se van a arrepentir.

Doy fe.

Gustavo Lope de Vergara

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